BALADA PERDIDA
Ningún eco me
llega de tus besos, ningún fuego tenebroso de tu boca, ningún fragmento de tus
ojos lejanísimos, ningún trébol marchitado por tu sombra, ningún sueño breve ni
suspiro de tu aliento.
Fue mortal el
amor, más mortal que las nutridas madreselvas que estallaron en tu vientre, más
mortal que la sangre cayendo desde el oro, todavía más mortal que el fuego
arraigado sobre el hielo.
¿Quién arrojó la
estrella que cayó sobre tu frente? ¿Quién recogió mis ojos para tritúralos en
la hoguera? ¿Quién dibujo tu ausencia entre mis huesos, como un sello mortal
que me arrastra hasta la sombra? ¿Quién heredó a mi pecho el crucifijo suicida
de tu olvido?
Ahora recorro
estos caminos tras tu marcha, recogiendo piedras del desierto, pájaros
enfermos, tumbas, fantasmas. Ahora trajino a orillas del abismo de tu nombre,
buscando un signo de meteoro entre tus huellas. Ahora me enredo entre las
madejas silenciosas de tu ausencia.